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Miriam Odorico, identificada por su papel como Memé en el gran éxito del teatro independiente «La omisión de la familia Coleman», acaba de ser distinguida con el premio María Guerrero como mejor actriz de unipersonal por «Una», un singular trabajo que dirige Giampaolo Samá a partir de la novela de Luigi Pirandello «Uno, ninguno y cien mil».
El espectáculo acaba de poner en marcha su tercera temporada a sala llena en Timbre 4 (México 3554) los sábados a las 20 y además del premio de Odorico, recibió el María Guerrero como Mejor Traducción para Samá, y el Premio Florencio al Mejor Espectáculo Extranjero en el Uruguay, adonde la compañía teatral Perbacco, de Odorico y Samá, piensa volver en febrero próximo para actuar en el Teatro Solís de Montevideo.
Definido por el propio Pirandello como un texto de «descomposición de la personalidad», la versión teatral de Samá indaga sobre la identidad, el peso de la mirada de los otros y ofrece atisbos también sobre el expiación a las conductas rebeldes y el poder que conforman la banca y la iglesia.
Casi un tratado sobre «la infinita cantidad de máscaras que llevamos en lo cotidiano», como la define el autor de esta singular versión teatral en la que el personaje protagónico de la novela deja de ser un hombre para pasar a ser una mujer, Odorico dice que fue ella la que convenció a Samá de variar el personaje masculino en mujeril para poder actuarlo, y que eso lo volvió «mucho más actual».
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– ¿Cómo surge este trabajo y esta decisión de adaptar a Pirandello de la novela al teatro y que el personaje sea una mujer, Angelica Moscarda en vez de Vitangelo Moscarda?
– A Giampaolo (Samá) le hicieron un pedido de Chile de un Pirandello y se puso a releer las novelas y cuando leyó «Uno, ninguno y cien mil, que es la última novela que Pirandello escribe, decidió adaptarla pensando en él como actor y conservó el personaje de Vitangelo Moscarda. Cuando me leyó ese primer material a mí me fascinó cómo había logrado variar en un texto teatral esa novela tan densa y tan filosófica, así que le empecé a pedir por qué no me la adaptaba para una mujer. Después de muchos pedidos y mucho tiempo hizo la adaptación y ahí se dio cómputo que siendo un clásico y manteniendo su inmensa actualidad y vigencia, el hecho de que el personaje protagónico fuera una mujer volvía al texto todavía más actual. Empezamos a ensayar y nos agarró la pandemia. Apenas pudimos estrenamos.
– ¿Cuál sería esta actualidad que le trae el personaje mujeril por sobre el masculino?
– Que en estos momentos sea una mujer la que se rebela contra las instituciones y el poder económico me parece que es superactual y conecta y está en sintonía con lo que sucede. «Una» habla de muchísimas cosas y una de las cosas de las que hablar es de las máscaras, con las redes sociales y las pantallas donde nos ponemos como queremos que nos vean a través del celular y mostramos lo que queremos de nosotros, también es algo superactual con lo que la obra entra en diálogo.
– Otra de las cuestiones que trae es el peso que puede tener la mirada del otro sobre uno.
– Eso es fuertísimo y está buenísimo poder tratarlo como lo hace Pirandello porque es algo que nos pasa a todos, empezando por la mirada de la mamá que según psicoanalistas y psiquiatras sin esa mirada no sobreviviríamos en el mundo. La mirada del otro resuena mucho en uno porque uno nunca va a saber cómo nos ve efectivamente y ahí empieza la construcción de lo que vemos y la realidad que uno hace de todo eso, que puede llegar a ser ensordecedora. La obra deja abierto y sonando todo esto y a veces lo ves en las respuestas del público, a la salida de un función una mujer me dijo: «Yo nunca me puse a pensar cómo me ven los demás» y me pareció increíble porque yo tengo ganas de preguntarle hasta al señor que viaja en el asiento de al lado del colectivo cómo me ve, porque creo que cómo nos ve el otro y lo que nos puede decir de eso nos mueve muchas cosas; es algo que activa también las etiquetas que nos marcan y nos delimitan: «ansiosa», «desarreglada», «loca», lo que fuere, afecta y en realidad de lo que habla esa etiqueta es del filtro que tiene en su cabeza el que la expresa, que está formado por todas las capas que tiene adentro, es muy fuerte el tema de los sellos, y ahí aparece otra vez la necesidad de rebelarse.
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– Otra cosa que está en la obra es la crueldad del poder y cómo te hacen pagar cuando te querés rebelar o funcionar de un modo diferente al de los intereses que manejan el mundo.
– Sí, totalmente, y a una mujer mucho más, le hacen pagar todo, «¿te querés rebelar? No, vos sos la hija del banquero, hacete cargo». Lo que ella busca al final es despojarse de todo como para encontrarse y por ahí ser una, que en realidad nunca vamos a ser uno, somos uno para cada uno de los que nos miran.
– El viernes próximo es la última función de la decimonovena temporada de «La omisión de la familia Coleman», ¿qué te trajo el personaje de Memé?
– Lo divertido es cómo llegué yo al personaje. Claudio (Tolcachir) nos juntó a un grupo de personas cercanas, y nos propuso participar de una obra, él nunca había escrito, nos dijo que sabía cuál sería el rol de cada uno y nos propuso que improvisáramos en forma despejado y que él iría escribiendo la obra a partir de ahí. A mí me pasó que al segundo ensayo de improvisación despejado me fui, dije «no, que no me joda con la improvisación despejado, seguro que me hace laburar y después escribe algo que no me gusta y me quiero matar», entonces dejé el proyecto y lo tomó otra actriz, improvisó y se pusieron a ensayar, por cuestiones personales antes de estrenar esa actriz se retira del proyecto y entonces Claudio me vuelve a convocar y me muestra la obra que había escrito, cuando la leí me encantó, me pareció perfecta, musical, redonda y acepté inmediatamente. Nos pusimos a ensayar y estrenamos, me tocó esta Memé que me encanta; es una obra con la que dimos la vuelta al mundo y seguir haciéndola es una fiesta.
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