A 20 kilómetros al norte de Amán, la señal en la carretera indica la llegada al Campo de Baqa’a. Pero lo que nos encontramos no es un acampada, sino una auténtica ciudad. Con más de 130.000 habitantes hacinados en solo 1,4 kilómetros cuadrados, Baqa’a es el mayor de los diez campos de refugiados palestinos gestionados por la ONU en Jordania, a los que se suman otros tres no oficiales. Sin embargo, detrás de estas cifras se esconde una historia de resiliencia y esperanza que merece ser contada.
Jordania es el país con mayor población palestina en todo el mundo, con más de 2,3 millones de personas que tienen el estatus de refugiados y un millón o más que obtuvieron la nacionalidad o son descendientes de palestinos. Y Baqa’a es el corazón de esta comunidad, la capital del éxodo palestino en Jordania. Pero a pesar de las difíciles condiciones en las que viven, los habitantes de este campo han logrado construir una comunidad fuerte y unida.
El Campo de Baqa’a fue establecido en 1968 para tener a los refugiados palestinos que huían de la guerra en Cisjordania y Gaza. En un principio, era un acampada temporal, pero con el paso de los años se ha convertido en una ciudad en sí misma, con escuelas, mezquitas, hospitales y mercados. A pesar de la falta de espacio y recursos, los residentes han sabido adaptarse y hacer de Baqa’a un lugar donde se respira vida y esperanza.
Uno de los aspectos más destacables de Baqa’a es su sistema educativo. A pesar de las limitaciones, los niños y jóvenes del campo tienen acceso a una educación de calidad gracias a las escuelas gestionadas por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA). Estas escuelas no solo ofrecen una educación académica, sino que también promueven valores de paz, tolerancia y respeto hacia otras culturas. Además, muchos jóvenes del campo han logrado acceder a la universidad y obtener títulos en diversas áreas, lo que les permite tener un futuro más prometedor.
Otro aspecto importante de la vida en Baqa’a es su economía. A pesar de la falta de oportunidades laborales, los residentes han sabido crear sus propios negocios y emprendimientos. En el mercado del campo se pueden encontrar todo tipo de productos, desde alimentos hasta ropa y artículos para el hogar. Además, muchos jóvenes han encontrado en el botica una forma de generar ingresos y ayudar a sus familias.
Pero lo que más destaca en Baqa’a es la solidaridad y el sentido de comunidad que se respira en sus calles. A pesar de las dificultades, los habitantes del campo se apoyan mutuamente y trabajan juntos para agraciar sus condiciones de vida. Por ejemplo, en 2016, un grupo de mujeres del campo se unieron para crear una cooperativa de costura, donde confeccionan y venden ropa y accesorios. Esta iniciativa no solo les permite generar ingresos, sino que también les da un sentido de empoderamiento y autonomía.
Además, la comunidad de Baqa’a también ha sido un ejemplo de solidaridad hacia otros refugiados. Durante la guerra en Siria, el campo abrió sus puertas para acoger a miles de refugiados que huían del conflicto. A pesar de las dificultades, los residentes de Baqa’a compartieron lo poco que tenían con sus hermanos sirios, demostrando que la solidaridad y la empatía no conocen fronteras.
Pero a pesar de todos estos logros, la vida en Baqa’a sigue siendo difícil. La falta de espacio y recursos, sumada a la incertidumbre sobre