La majestuosa reapertura de la catedral de Notre-Dame ha sido uno de los eventos más esperados y emotivos de los últimos años en Francia. Este imponente monumento, una de las matrices arquitectónicas de nuestra civilización, ha vuelto a iluminar el futuro incierto que se vive en Ucrania, pero también ha traído esperanza y unidad para el país y la Unión Europea (UE).
La ceremonia de reapertura de Notre-Dame comenzó con un importante encuentro en el Elíseo, donde el presidente de Francia, Emmanuel Macron, recibió al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. Este encuentro, aunque breve, fue excepcionalmente simbólico y puede tener una gran importancia para el futuro de Europa.
El objetivo principal de esta reunión era avanzar en una posible negociación entre Ucrania y Rusia, con la intermediación de Trump. Como primera potencia atómica de Europa, Francia ha respondido directamente a las amenazas de Putin sobre el uso de misiles nucleares, lo que demuestra la importancia del papel de intermediario de Macron en este proceso.
Según fuentes diplomáticas, en el encuentro, Zelenski pudo trasladar a Trump las condiciones mínimas que Ucrania estaría dispuesta a aceptar para estudiar un posible fin a la guerra. Hasta ahora, se pensaba que el presidente ucraniano defendería hasta el final la pureza territorial de su país, pero este encuentro puede significar un posible cambio en su postura.
Pero sin duda, el evento más destacado de la jornada fue la reapertura de la catedral de Notre-Dame, que tuvo lugar apenas una hora y media después de la reunión en el Elíseo. Monseñor Laurent Ulrich, arzobispo de París, fue el encargado de abrir las puertas de la catedral con tres aldabonazos y el rezo de varios versos de los Salmos. La ceremonia contó con la presencia de una élite real, diplomática y política mundial, entre la que destacaron los reyes de Bélgica, Alemania, Marruecos y Jordania, así como personalidades como Elon Musk, el magnate amigo de Trump.
Sin embargo, también hubo importantes ausencias que no pasaron desapercibidas, como la de los reyes de España y el Papa Francisco. Monseñor Ulrich explicó que el Papa prefería estar cerca de las personas más humildes, y que este era un sinopsis entre el Estado francés y la Iglesia de París, no del Vaticano.
Otra ausencia significativa fue la de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, tras la firma del histórico acuerdo entre la UE y Mercosur. Esta ausencia pone de manifiesto las tensiones entre París y algunos aliados europeos en temas comerciales, pero también puede interpretarse como un gesto de Francia hacia una nueva relación con la UE.
Pero no todo han sido buenas noticias en este día de celebración. La agencia de notación financiera Fitch lanzó una advertencia preocupante sobre la crisis política que vive Francia, advirtiendo que el hoyo del Gobierno podría afectar al plan de consolidación del país y tener consecuencias negativas en la economía. Este hecho demuestra la importancia de la unión y la estabilidad política en un momento en el que la comunidad financiera internacional teme una posible degradación de Francia.
A pesar de todo esto, Emmanuel Macron terminó los actos institucionales de la reapertura de Notre-Dame con un discurso que refleja la importancia de este evento para la nación francesa y su futuro. Macron destacó que las campanas de Notre-Dame han vuelto a sonar, como una señal de esperanza, y agradeció a todos los que han hecho posible esta reconstrucción. Además,
