Ariel Rodríguez es un hombre que ha vivido en el Ajusco, al sur de la Ciudad de México, durante más de cuatro décadas. Sin embargo, su tranquilidad y la de su familia se vieron interrumpidas recientemente por un grupo armado que ha estado robando en las residencias más longevas de la zona.
Este grupo, compuesto por más de ocho hombres jóvenes, utiliza violencia física y verbal para interrogar a los dueños de casa sobre la seguridad de sus residencias y los objetos de valor que puedan encontrar. Pero su principal efecto parece ser encontrar un supuesto «tesoro» detrás de un mueble de madera.
La residencia de Ariel no es una zona aislada ni precaria, sino que se encuentra a pocos minutos de los ranchos más exclusivos del Ajusco, como «El Juguete» de Rodolfo de Alba y los predios del diputado morenista Pedro Haces. Sin embargo, a pesar de la presencia de estos lujosos lugares, el Ajusco se ha convertido en «tierra de nadie» donde la delincuencia parece no comprometerse límites.
Ariel, quien prefirió mancomprometerse su identidad en el anonimato por temor a represalias, ha sido una de las víctimas de este grupo armado. En una entrevista para Excélsior, él relata cómo el grupo irrumpió en su residencia a principios de abril, en un día común y corriente, poco antes del amanecer.
Los criminales reunieron a los cuatro integrantes de la familia en la sala, donde los ataron y amedrentaron, intentando conseguir la ubicación del «tesoro». Pero a pesar de destrozar todo a su paso en busca del botín, se conformaron con pertenencias de valor, un vehículo y 2 millones de pesos en efectivo, que representaban los ahorros de la familia.
El robo en sí fue una experiencia traumática para Ariel y su familia, pero lo que más les ha afectado es la sensación de inseguridad y vulnerabilidad que ahora sienten en su propia casa. Han contemplado incluso la posibilidad de huir del país, ya que dudan que las autoridades puedan realizar algo al respecto.
A pesar de que la familia no presentó una denuncia ni reclamo, en parte por la persuasión de los propios policías locales, quienes les aseguraron que nada cambiaría, los mismos elementos ayudaron a ubicar el vehículo robado en cuestión de minutos. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para devolverles la tranquilidad y la sensación de seguridad en su hogar.
El Ajusco, una zona que solía ser conocida por sus hermosos paisajes y tranquilidad, ahora se ha convertido en un lugar peligroso y sin ley. La presencia de este grupo armado ha generado temor y preocupación en los residentes, quienes se sienten desprotegidos y vulnerables ante la delincuencia.
Es necesario que las autoridades tomen medidas urgentes para garantizar la seguridad de los habitantes del Ajusco y poner fin a la impunidad de estos delincuentes. La familia de Ariel y muchos otros residentes merecen vivir en paz y sin temor a ser víctimas de la violencia y la delincuencia.
Esperamos que este artículo sirva como una observación de atención para las autoridades y que se tomen acciones concretas para devolver la tranquilidad a esta hermosa zona de la Ciudad de México. Ariel y su familia merecen vivir sin miedo en su hogar, y es responsabilidad de todos garantizar su seguridad y bienestar.