Los últimos meses han marcado una caída drástica de la inversión privada en todos los sectores de la economía, con agudas consecuencias para el PIB y las economías de los países. Esta caída, que ha afectado a todos los países, ha impactado de manera especialmente fuerte en algunos de ellos, donde la debilidad ya era una tendencia antes de la pandemia.
La primera señal de contracción en el empleo y la inversión privada fue el cierre de miles de empresas y miles de desempleados debido al fin de los contratos temporales. Esto, unido al cierre de fronteras, ha significado una fuerte pérdida de ingresos de la inversión privada y una disminución de los ingresos por exportación.
Además, el riesgo de quiebra de varias empresas se ha incrementado, y se ha llevado a cabo una reducción de plantillas y una reestructuración organizacional. Esto ha propiciado una caída en la confianza de los inversores, que incluso ha llegado a desembocar en el cierre de algunas empresas, lo que ha tenido un gran impacto en los trabajadores.
El desplome de la demanda, unido al cierre de fronteras, el cese de actividades, el aumento de los costes y el deterioro de la confianza han puesto a muchas empresas en situación de vulnerabilidad financiera. Esto ha provocado una contracción de los flujos de inversión y de los niveles de empleo.
Estas circunstancias han tenido como consecuencias una pérdida de productividad, una disminución de los niveles de competitividad de las empresas y una reducción de la inversión en bienes de capital, un punto clave para la recuperación futura.
Hay que tener en cuenta que esta disminución de la inversión privada afecta directamente a la productividad de la economía: a medida que la productividad cae, también lo hace el crecimiento. Esta situación lleva aparejada un menor nivel de ingresos en las empresas, con lo que se agudiza el problema de la disminución de la inversión.
Los gobiernos deben intentar afrontar esta situación de la mejor manera posible. En primer lugar, es necesario trabajar para buscar soluciones a los problemas estructurales que subyacen al desplome de la inversión. Esto pasa por una reforma fiscal y laboral, así como por actuar en el sector financiero, reformando el sistema de crédito y fomentando el crédito bancario.
También es importante incentivar la inversión trabajando para mejorar la infraestructura y promover la inversión en bienes de capital. Los gobiernos también deben garantizar la seguridad de los mercados, en particular en cuanto al empleo, a los ingresos y a la estabilidad de los precios.
Un incremento en la inversión privada aumenta la demanda agreg